La feria
abandonada
Textos de Pablo Auladell, Rafa Burgos y Julián López Medina.
Ilustraciones de Pablo Auladell
BARBARA FIORE EDITORA
Comparto con Rilke la idea de que "la verdadera patria del hombre es la infancia”, de la que el paso inexorable del tiempo nos exilia, y nos pasamos la vida tratando de volver a ella y que, según Bataille, sería la literatura la recuperación de la misma.Los textos de Pablo Auladell, Rafa Burgos y Julián López Medina, que aparecen en La feria abandonada, álbum ilustrado por el primero de ellos y recientemente publicado por Barbara Fiore Editora, serían un ejemplo evidente. Y en este caso, se trataría de una recuperación, a la vista de sus imágenes literarias, cargadas de melancolía —quizá sea éste un sentimiento demasiado dulce para adjetivar sus relatos— o, aún más, de añoranza. Pues la primera de las instancias sería, en definitiva, la añoranza de lo que nunca fue, y en este caso, tenemos severos indicios de que lo que se cuenta, fue, aunque no fuera de idéntico modo al que se describe.
Textos de Pablo Auladell, Rafa Burgos y Julián López Medina.
Ilustraciones de Pablo Auladell
BARBARA FIORE EDITORA
Comparto con Rilke la idea de que "la verdadera patria del hombre es la infancia”, de la que el paso inexorable del tiempo nos exilia, y nos pasamos la vida tratando de volver a ella y que, según Bataille, sería la literatura la recuperación de la misma.Los textos de Pablo Auladell, Rafa Burgos y Julián López Medina, que aparecen en La feria abandonada, álbum ilustrado por el primero de ellos y recientemente publicado por Barbara Fiore Editora, serían un ejemplo evidente. Y en este caso, se trataría de una recuperación, a la vista de sus imágenes literarias, cargadas de melancolía —quizá sea éste un sentimiento demasiado dulce para adjetivar sus relatos— o, aún más, de añoranza. Pues la primera de las instancias sería, en definitiva, la añoranza de lo que nunca fue, y en este caso, tenemos severos indicios de que lo que se cuenta, fue, aunque no fuera de idéntico modo al que se describe.
Por otro lado, el usuario de esta forma hibrida de relatos breves, en su presente edición, no tiene acceso a ellos sin la presencia abrumadora de las impresionantes y bellísmas imágenes que los acompañan que, si cabe, acentúan más esta sensación.
Pero vayamos por
partes.
La feria
abandonada, desde mi punto de vista, es un libro excepcional, de esos que sólo
muy de vez en cuando aparecen en el saturado mercado editorial de ese género,
cada vez más explorado, del álbum ilustrado.
Ya, su inquietante cubierta, de una impecabe composición tipográfica y con una ilustración de una
belleza clásica, nos dice que no estamos ante un libro más. Después, las
guardas son una lección minimalista de una estética austera y premeditadamente
envejecida. El corpus de la obra alterna los textos de los tres escritores,
siempre en página par, enfrentados a las sobrias y enigmáticas ilustraciones de
Auladell que en tres ocasiones, cada ocho páginas, desplazan al texto y ocupan
toda la superficie del libro.
Es, a mi jucio,
especialmente en la adjetivación y en las imágenes poéticas, sobre todo las de
Pablo y Rafa, donde se encuentra el logro de la ambientación de esas hilachas
de recuerdos, que dialogan con unas ilustraciones de análogas características.
Es evidente que, a pesar de tratarse de un libro con un
texto literario de una importante densidad en las palabras, las ilustraciones
son el elemento fundamental de la obra. Unas ilustraciones de una belleza
serena, pero inquietante; austera pero rica en matices; sencilla y por ello
nada simple.
Auladell, ya en su
libro, creo, anterior, Alas y olas, sobre texto de Pablo Albo, parecía que iba a
ingresar definitivamente en un clasicismo incontestable, pero, no sé porqué
rara habilidad, se mantiene en un cierto arcaismo, noble y, me atrevería a decir,
premeditadamente imperfecto, algo meritorio y difícil de conseguir.
Dice Gustavo Martín
Garzo que "la pobreza es la hermana pobre de la tristeza". Así es,
desde mi punto de vista, y aquí, los personajes hacen una vindicación de la
dignidad de la misma, algo, a mi juicio, moralmente valioso en estos tiempos
en los que los ricos se visten fróvilamente con apariencia de pobres, y los
pobres tratan de enmascarar su condición por vergüenza de ella.
Los personajes de La feria
abandonada "posan", sin mirar a ningún lado, en un
ensimismamiento que les distancia del observador. Casi tememos, al
comtemplarlos, que vayamos a perturbar sus recuerdos, sus ensoñaciones.
No vamos a nombrar las evidentes referencias plásticas que contienen estas delicadas y rotundas imágenes, quizá sólo añadir, por proximidad a ellas, que, en esta galería de frágiles personajes no estaría fuera de lugar ese cuadro al que se refiere Alberti, cuando dice: “Y la tristeza más tristeza,/ una mujer que plancha/ doblada la cabeza, azulada”.
Y un mínimo y prudente
comentario sobre las ilustraciones: no entiendo
esa excesiva inconsistencia de
las pequeñas alas en algunos personajes. Si existen, ¿porqué parecen no querer
estar presentes?
Gracias al editor por
anotar al final de la obra las características tipográficas y los tipos de
papeles empleados. Una pena que el libro no esté impreso en España.
Antonio Ventura
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