Un azul que se convierte en violeta.
Un rojo que se trasforma en naranja.
Un amarillo que deviene en verde.
Los colores conversan en un diálogo que contiene
el silencio.
Una música de acordes sucesivos, pautados,
armónicos se escenifica en un ámbito que produce una atmósfera que envuelve al
visitante.
Aquí, no hay formas, no existen estructuras a las
que asirse.
La mirada, necesariamente, ha de deslizarse por
los colores que esperan y acogen la mirada del observador.
La musica que producen llega de manera nítida al
espectador. Éste, sólo debe permancer atento a las vibraciones de tono, de
intensidad, de saturación.
No hay contrastes. Al contrario que en el jazz,
las notas sincopadas están ausentes, pero la melodía discurse de forma armónica
ante la mirada del viajero.
Uno tras otro, los escenarios de color se
suceden. Rectángulos y cuadrados, como ventanas a un mundo sutil y silencioso —La
música callada, la soledad sonora…, que diría Juan de la Cruz— se
abren a los ojos sorprendidos del usuario.
Esos escenarios de color invitan al silencio, el
mismo que preside la quietud serena del estudio del artista.
Cuando uno se aleja de esas ventanas de color, la
composición vibra, como un mínimo acorde, hasta volverse a definir en nuevos
tonos, en nuevos matices. Por ello, no se trata de una pintura de contemplación
inmediata, requiere de la misma paciencia que el artista empleó en su
elaboración.
Cuando uno se acerca, despacio, a un cuadro,
descubre que esos horizontes cromáticos sin fin, en los que la vista se
adentra, no responden a trazos horizontales, como parecería lo pertinente, no.
El pintor, en sucesivas capas de color, cada vez más livianas hasta las
últimas, casi transparentes, ha desarrollado una técnica en la que, en sentido
vertical, ha ido peinando con brochas de gran formato, casi como si de una caricia se tratase, el pigmento hasta convetirlo en piel. Una piel, la del
color, que el visitante necesita tocar. Acariciar con los dedos esa piel del
color, y descubrir que, en esa esperiencia estética, que siempre es la
contemplación de una obra pictórica, el sentido del tacto es aquí necesario, y
la completa.
Antonio Ventura
Belo texto, digno do grande artista que é Sérgio Lucena e de sua incessante e notável busca - e encontro - da Beleza.
ResponderEliminarW. J. Solha