Cuando uno asiste al espectáculo que a diario escenifica nuestra clase política y sus allegados, dan ganas de exiliarse de este país.
No son ya sus asiduas mentiras o razonamientos simples, a lo que, por otro lado, nos tienen acostumbrados, es sobre todo la ausencia de moral —ya sé que no es una palabra de moda— o de una mínima ética, lo que más me llama la atención. Quizá, sigo siendo un ingenuo, y por ello me escandalizo, pero no dejo de pensar en el modelo que ello significa para nuestros adolescentes, aprendices de ciudadanos.
Ya en su momento vimos espectáculos vergonzosos, como el homenaje que se rindió a Jesús Gil tras su muerte; pero escuchar a algunos representantes del partido que con bastante probabilidad va a gobernar este país en unos meses llamar honorable al Sr. Camps, cuando menos sonroja.
Imagino que estos y otros modelos —los que ofrece continuamente Tele 5, por ejemplo— servirán para construir una generación de súbditos, no de ciudadanos, de estúpidos votantes por un día y sumisos consumidores del escaparate racista del progreso neoliberal.
Aquellos versos de Chicho Sánchez Ferlosio siguen teniendo completa vigencia en este Estado llamado de las Autonomías:
… porque estoy hasta los huevos
de estos políticos nuevos
que el viejo Estado rezuma, ¿eh?
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