Un clásico de la cultura española está a punto de convertirse en historia. En historia o en nostalgia, nunca se sabe. Me estoy refiriendo a la bolsa de plástico.
Desde que en 2009 se aprobó el Plan Nacional Integrado de Residuos (PNIR), que no incluía a políticos en activo, ya nos temíamos lo peor: antes o después la bolsa de plástico desaparecería de nuestro devenir cotidiano, ontológico y, peor, aún, histórico.
¿Dónde van a quedar ahora esas bolsas que en algún momento de nuestra existencia a todos nos acompañaban: UDACO, AhorraMás, LIDL, Mercadona…, y tantos y tantos otros, por no citar al ya desaparecido SEPU (Sociedad Española de Precios Únicos).
No sé si se dan ustedes cuenta de que algunas de las señas de identidad de este país se están perdiendo, y lo peor de todo, los ritos que nos significaban están siendo eliminados o sustituidos por otros que nos son ajenos. Ahí tenemos sin ir más lejos Halloween. ¡Eh! ¿Qué me dicen?
Donde se pusiera un buen Miércoles de Ceniza, que se quiten estas fiestas paganas y extranjeras.
Pues sí, ahora le ha tocado a la bolsa de plástico. Pero es que mañana puede ser Paco Martínez Soria o Torrebruno, el payaso número uno.
Como diría uno de los personajes de "La escopeta nacional": Esto es un sin dios.
Quizá su dios fuera con mayúscula.
Como dicen las viejas de mi pueblo: "Dios que nos tiene aquí, sabrá pa´que".
Pero no podemos resignarnos. Aunque el fin está próximo —no me refiero a la casi segura victoria del PP en la próximas
elecciones—, pues siete profecías auguran que será el 22 de diciembre de 2012, debemos reivindicar estas nuestras señas de identidad, entre ellas, la bolsa de plástico.
Quizá Belén Esteban desde Tele 5, o Aznar con un seminario de FAES, no sé si Almunia en una Comisión del Eurogrupo, o Pedro J. en uno de sus editoriales apocalípticos. Todos juntos en unión de la bolsa de plástico como metáfora de una España irrompible.
No me hagan mucho caso hoy. He salido ileso de una "petite mort", con bolsa de plástico incluida, que ensayó conmigo anoche la hija de mi vecina —la que estrena tetas—, y aún estoy un poco noqueado.
Me salva, como en tantas ocasiones, leer un poema de mi amigo Karmelo C. Iribarren, que se titula precisamente "Bolsa de plástico":
Mírala
ahí
en mitad de la calle
sola
quieta
temerosa
de que aparezca el barrendero
soñando
con un poco de viento
para sentirse
nube
En todo caso, si no disponen del libro, vean "American Beauty", de Sam Mendes.
Algo es algo.