jueves, 15 de octubre de 2015

Fernando Vivela o EL RIGOR COMPOSITIVO DEL MOVIMIENTO


    Ilustración de Lampiao y Lancelot (2006)

Tuve la oportunidad y el placer de visitar el estudio de Fernando Vilela en mi reciente viaje a Sao Paulo, con motivo de la participación en el Foro de Converças y en las jornadas presenciales del Curso A propósito de la ilustración.
  Conocía la obra de Fernando a través de algunos pocos libros de su muy fecunda producción en el género del álbum ilustrado, pero desconocía —la ignorancia nos acompaña toda la vida— su obra como artista plástico.
  A la vista de sus cuadros, de sus grabados, de sus fotografías y de sus esculturas me he visto en la necesidad de volver a observar con detenimiento y paciencia sus ilustraciones.

  Siempre me llamó la atención, la tensión compositiva que mostraban sus imágenes, más allá del rigor narrativo de éstas. Algo así como si el movimiento se congelase en múltiples planos que se superponen, produciendo una sensación cinética, la misma que refleja Desnudo bajando una escalera, de Marcel Ducamp, obra de 1912, o, en su transcurso, el cortometraje de Norman Mclarens, Pas de deuz, realizado en 1968.

    Desnudo bajando una escalera  Marcel Duchamp, (1912)     

    Fotograma de Pas de deuz Norman Mclarens, (1968)

  Son muchas y permanentes las referencias estéticas a otros creadores en el trabajo de Vilela, y una de las señas de identidad de su sólida obra. Ignoro si como homenaje a sus hacedores, o como necesidad personal de hacerlos evidentes en su obra. Sugerirlos, entreverar sus composiciones con un eco de la de ellos, para, en alguna medida, hacerlos presentes.

  No son muchos los ilustradores —bien es cierto que Fernando no es sólo un ilustrador— que gustan de esta práctica, quizá, porque moverse con rigor y solvencia en ese fiel de la balanza, en el límite de lo pertinente, no es tarea fácil. Sin duda, Satoshi Kitamura sería otro de los creadores que gusta de esta práctica.

  Cuando uno entra en ese maravilloso libro, Lampiao y Lancelot, publicado en 2006 por la editorial Cosac Naify, galardonado con el Premio Bologna Ragazzi en 2007, y asiste al enfrentamiento imposible entre el Caballero Lancelot, de Chrétiene de Troyes, y el cangaceiro Virgulino Ferreira da Silva, conocido como Lampiao, descubre múltiples referencias, más o menos explícitas o evidentes, al arte pictórico.



    Ilustración de Lampiao y Lancelot (2006)

  Desde la analogía a una de las tablas del tríptico de La Batalla de san Romano, de Paolo Ucello, pintura de 1456, o a la Carga de las lanzas, de Umberto Boccioni, de 1915, hasta alguna de las muchas obras que el pintor norteamericano Jacson Pollock realizó en la década de los cuarenta, y fue numerando como si de un mural continuo se tratase.

    Batalla de San Romano, Paolo Ucello (1456)

    La carga de las lanzas, Umberto Boccioni (1915)

    Obra terminada nº12º, Jackson Pollock (1946)

  La tensión compositiva de las imágenes aumenta en la medida en la que uno avanza en la lectura/visión del libro, hasta culminar en la batalla entre los dos enemigos. Tensión que se escenifica en varias ilustraciones en las que el movimiento es el protagonista.

  El trazo, el gesto, las líneas se convierten en materia prima de la ilustración.

  Los guerreros, sus armas, sus caballerías son mero pretexto para la realización de una imágenes que se nos graban en la retina, que nos acompañan, como una experiencia estética que se resolvió en términos de excepción, una vez que hemos cerrado el libro.

  Algo similar a lo que nos sucede en Cacería, libro publicado en Brasil por Editora Scipione en 2012, y traducido y editado en Babel Libros, Colombia, en 2014.
  Aunque las peripecias que narran ambas obras son bien distintas, tanto en sus escenarios, en sus argumentos, y en su tratamiento gráfico y cromático, la dialéctica de la tensión compositiva geométrica y, por extensión, cinética se muestra de nuevo con absoluto rigor en varios momentos de la obra.

   Ilustración de Cacería (2012)

  Tras ellas, al final, aparece la calma, en esta ocasión evidenciada no sólo por las ilustraciones, sino también por el argumento.

  La obra de Fernando es una obra sin concesiones, en sus libros encontramos imágenes que tratan al usuario como persona inteligente, que apelan a su percepción visual y a su intuición estética, sea éste niño a adulto. Argumentos que reivindican el conflicto, acompañados de un discurso gráfico excelente, riguroso y eficaz. Nada que ver con los libros artefactuados desde el discurso de la complacencia gráfica y el pensamiento políticamente correcto.



    El artista en su estudio

  Parecería que Vilela creara para él, en un acto de ensimismamiento, sin tener en cuenta a los usuarios de sus libros. Pero no es así, su obra muestra un compromiso con la creación y busca una mirada sensible que la descodifique desde su subjetividad.
  Según sus propias palabras: Generalmente no pienso en cómo el lector recibirá la obra o en su franja de edad. Mi compromiso es ser lo más inventivo posible. Sería incorrecto decir que no me preocupo con el lector, pero considero la intuición, ya que la mayor dificultad no está en los niños, que están abiertos a nuevos lenguajes, pero si en los padres y maestros que son los mediadores de lectura.
Hay el sentido común que ve la ilustración como algo mono y fácil, pero tienes que mirar y reconocer lo que está diciendo, esto sería una ilustración clásica. Como yo actuó con una clave que es más de la experimentación del lenguaje, buscando nuevos caminos de representación, el libro no es tan fácil para cualquier persona que espera ver una imagen y reconocerla rápidamente.
La educación de la mirada es importante para abrir esa relación con la imagen.

    Fernando Vilela y Antonio Ventura en el estudio de aquel

  Los libros ilustrados son una de las múltiples caras de ese poliedro creativo que se llama Fernando Vilela que, al igual que sus otras manifestaciones estéticas, ofrecen una propuesta plástica que viene definida por el rigor en la composición, un minucioso análisis del movimiento, una exacta medida cromática y una propuesta ajustada en la narrativa de las imágenes. En definitiva una obra tan necesaria como eficaz.